Gárgolas insomnes

Febrero 28 de 2005

Abril empinó la botella y bebió sedienta su amargo contenido hasta tocar fondo; entonces golpeó la mesa con el frasco vacío y notoria satisfacción, sonrió, chasqueó los dientes y guiñó un ojo. "No, Iván", dijo. "Me decepcionas; ya no eres el borracho que yo conocí". Claro; aquella era una temporada de completa abstinencia para mí; tuve y estuve seis meses sin beber ni una gota de alcohol, después de emborracharme con ella más de una vez, literalmente hasta caer. Caminábamos tambaleándonos por las empedradas calles de San Cristóbal y, abrazados, sucios, despertábamos a los vecinos... cantando gospel (en serio). Nunca tuvimos problemas con la policía -que, de hecho, no existía- ni con la vecindad que despertábamos, ni con ladrones; tampoco con matones o violadores o perros rabiosos; pero una noche, Abril regresó medio desnuda a su casa y el cabrón con quien vivía intentó estrangularla. Además, la resaca, el dolor de cabeza, la cruda moral, la amnesia inmediata. ¿Dónde quedó la blusa?, ¿dónde el pantalón? Abril pasaba los días conmigo y las noches con el mono ese, pero mis días tienden a volverse noches y... de ahí el conflicto. El tipo la golpeaba y duro, y yo no lo sabía.

En fin. Yo sólo quería decir que soy un pinche alcohólico, consumado y consumido. Y necesito un trago. Por eso ya me voy. Adiós.

[] Iván Rincón 4:51 PM

Febrero 27 de 2005

Me detuve un momento en las escaleras del edificio en donde creo que vivo, hacia el piso en donde creo que vivo, y creo que me quedé dormido. Una mano suave, cálida, cuidadosa, quizás temerosa, se posó en mi hombro. "¿Necesitas ayuda, vecino? Estás borracho; ¿te ayudo a llegar?" Miré a la mujer y, atolondrado, amodorrado, extrañado, mareado, casi dormido, sin entender quién carajos era ella ni quién carajos era yo ni en dónde carajos estábamos, le pregunté con voz de tarado: ¿adónde?. "A tu departamento, idiota, ¿adónde más?", respondió arrugando la cara, muy seria ella. "Mejor vamos al tuyo, que está más cerca", le dije acariciando su mano, y presentí una bofetada que me habría dislocado la repentina recuperación de la agilidad mental, cuando una especie de susto detuvo el impulso de la gentil vecina. "¡Caray, Iván! ¡Me lleva!", espetó. "¿Qué es esto? ¡Estás sangrando por todos lados! ¿Qué te pasó? ¡Mira nada más! ¡Mira esto!". Así que sobrevino mi fobia por las mujeres de carácter débil que se desmayan cuando ven sangre, y por las que lloran cuando uno les canta ciertas netas. "No hay problema", le dije; me puse de pie con inmensa dificultad y comencé a subir las escaleras, arrastrando el pie derecho. "¿Quieres que llame a un médico?", preguntó como si ahora la babosa fuera ella. "Gracias, gracias, vecina; prefiero que me dejes en paz... adiós".

-Adiós, vecino, pero si algo se te ofrece...

-Vete al carajo -pensé... nomás lo pensé.

[] Iván Rincón 5:12 PM

Febrero 24 de 2005

-Buenos días, joven. Lo saludo porque acabo de llegar y el último que llega saluda; esa es la norma. Y no le doy la mano porque estoy enfermo; tengo 72 años y el cuerpo me traiciona; las arterias se cierran y los huesos se debilitan, se separan, el esqueleto se deforma. Pero sigo haciendo ejercicio; toda la vida lo he hecho, desde niño hasta ahora que estoy viejo. En mi casa me mandan a comprar algo o hacer otro mandado y entonces aprovecho para venir por lo menos quince minutos a sacudirme el polvo y la polilla, y darme un baño de sol, que también es vital, porque es la vitamina que uno necesita para fijar el calcio de la comida en los huesos. Para mí el ejercicio es muy importante porque soy hipertenso -mire usted- y debo tener otros cuidados: soy vegetariano y casi no como sal, tampoco fumo ni bebo. ¿Usted qué edad tiene? ¿39 años? ¡No, joven! A su edad no se tienen los problemas de salud que yo tengo. Pero a mí siempre me educaron con la cultura del ejercicio y gracias a eso he vencido a la muerte muchas veces. Como soy hipertenso, casi no tolero el ruido; ¡tampoco a la gente bruta! No debo alterarme, debo relajarme, y libero la tensión haciendo ejercicio y tomando sol, el que nos queda, porque ya nos estamos quedando sin sol, ¿sabe usted? Pero también la alimentación es importante; debe ser completa y balanceada, baja en calorías, en colesterol; y hay que dormir bien. Tampoco tomo café porque el café provoca insomnio y además impide la asimilación del calcio. Usted debe hacer ejercicio para los ojos. Creo que ya sabe por qué. ¿Y qué hora tiene, joven, por cierto? ¡Pasaron mis quince minutos diarios! ¡Hasta luego!. Me despido porque ya me voy y el primero que se va debe despedirse; esa es la norma.

[] Iván Rincón 7:50 PM

Les propongo a ustedes, muy seriamente, un premio al PEOR BLOG escrito en español, por su mal gusto, en todos los sentidos, su diseño repelente, su falta de inteligencia, de creatividad, de sentido del humor (y de todo), su egolatría sin límites (y sin remedio), su mala leche, su estulticia inclusive, más que mediocridad, su incongruencia, su deshonestidad, su cobardía... un blog que sea algo así como el rey de los feos, pero sin risas y con el honor del absoluto desprecio y desprestigio... ¡ah!, y que el premio sea, por supuesto y por entero y por favor (sin albur), simple y sencillamente, el escándalo del olvido... y del silencio.

Esta es mi propuesta. ¿Qué opinan? ¿Qué les parece? Espero sus respuestas.

[] Iván Rincón 9:31 AM

Febrero 22 de 2005

Vicente Fox diserta sobre los grandes poemas de Carlos Fuentes y las pequeñas novelas de Octavio Paz, cuando Carlos Abascal pregunta quién es José Saramago. "Es el viejito ciego que escribió Cien años de soledad", contesta Fox. "¡Ave María Purísima!", exclama Abascal. "¡Madre María Santísima!".

Y el pleito entre borgianos y borgesianos, terminó hace ratito... en un antro de putas.

[] Iván Rincón 4:11 AM

Febrero 21 de 2005

Esto de los aforismos ha resultado muy divertido. "El amor es eterno mientras dura", recordó mi papá (lo que no recuerda es el autor). Y yo recordé otra vez a Les Luthiers: "El amor eterno dura aproximadamente tres meses". Por cierto: el sentido de la vida y el sentido del humor están entre los Monty Payton y Les Luthiers.

He dicho, chingaos... me cae de madres... y de padres... también.

[] Iván Rincón 6:41 AM

La calle de la amargura es un lugar común, en todos los sentidos, incluso el sentido común, que es el menos común de los sentidos.

[] Iván Rincón 2:39 PM

Febrero 16 de 2005

Cuando Carlos Antonio de la Sierra (Calibán) dijo que usaba mis textos en sus clases de redacción, Carlos Oliva preguntó: "¿Los usas como ejemplo de lo que no se debe hacer?". Y cuando terminé de leer el libro de Carlos Oliva, La creación de la mirada, llegué a la inevitable conclusión de que yo debería ser corrector de estilo, más que periodista o escritor... que tampoco soy. Por cierto, hasta que leí este libro entendí por qué a uno le dicen Calibán (metátesis de Caníbal) y al otro Próspero, aunque nada más en Chihuahua, creo. La explicación se remite al cuento de Shakespeare, La Tempestad.

Hace poco me encontré por accidente con Epigmenio León (otro caníbal), que le comentó a su amiga: "Iván no habla bien el español porque es ruso". Entonces recordé que, entre los mimos de Coyoacán, uno pretendía que yo fuera su "banderillero ruso". Y pensé en la broma que hice más de una vez en Oaxaca, cuando algunos racistas acomplejados me hablaban en inglés y yo contestaba que no los entendía porque era válaco. Recordé además que mi apodo, entre los amigos de Carlos Oliva, es Kruchenko, algo literalmente inexplicable... para ellos.

Epigmenio niega ser el autor de un blog que se llama Nicoménicus. Dice que se trata de un personaje de Calibán, "y además lo escribe mal, nomás por chingarme". Calibán, por su parte, dice que nadie es tan estúpido como para llamarse Nicoménicus. "Yo lo inventé". Y terciando en la controversia: "Nicoménicus escribe mejor que Calibán", comparó Carlos Oliva, tratando de controlar la migraña, que estaba por enloquecerlo. Lo seguro es que Nicoménicus escribe parrafadas veladamente misóginas y se ha declarado "fiel lector" de mis tonterías.

"Así nos vamos por la vida, Ivancito", dijo Andrea Fernández una madrugada en Radio Educación.

Al día siguiente de que un caníbal serrano confesara que usaba mis "insomnios" en sus clases de redacción, don Próspero me regaló su primer libro con una dedicatoria que, al principio, decía: "Iván, disculpa esta prosa mamona" y terminaba con algo al respecto de los cronopios. No puedo citar completa su dedicatoria porque el cabrón se quedó con el libro que me regaló (esto ya lo había contado). Y un tal Iván Rincón declara tristemente que no es escritor ni periodista ni corrector de estilo... nomás tiene un pinche blog y una depresión etílica.

Y además, ya me voy. Adiós.

[] Iván Rincón 8:47 PM

Cuando Carlos Oliva llamó para invitarme a participar en el número que la revista Tierra Adentro dedicará al alcohol, de entrada, me sentí bastante ofendido, porque, además, estaba yo borrachísimo.

La vida sin alcohol es antiséptica, le dije.

[] Iván Rincón 5:22 AM

Febrero 15 de 2005

En la colección de aforismos que hace La Jornada Semanal falta el mejor de todos, de Les Luthiers: "Es bueno dejar el vino; lo malo es no recordar en dónde". Y el de Fontanarrosa: "El principal derivado del petróleo es la guerra". Y también uno mío: "Cuando escucho al locutor gangoso de Radio Educación, pienso que tolerancia es sinónimo de masoquismo". En fin. Me gusta el blog de Luigi Amara, su "rompecabezas de una sola pieza"; me parece inteligente y de buen gusto; haría bien si escribiera más. Pero la mejor frase que he leído en un blog es de Patricia Arévalo (Asakhira). "Lo posible es posible cuando es posible y cuando no, no". ¡Ah, esa es brillante, genial!

PD. El mío no es aforismo, pero lo tenía que decir.

[] Iván Rincón 12:37 PM

La libertad del hombre

La libertad del hombre, cuando la guerra estalla,
se aleja de las armas, se aleja de los muertos
y acecha en las orillas del campo de batalla
con los ojos abiertos.

Porque a la guerra misma la libertad se aferra
para evitar la muerte de quien la lleva en hombros,
aunque al final recoja tan sólo de una guerra
cadáveres y escombros.

Se posa invulnerable sobre la cruz de hierro,
como una espectadora del casco y la metralla
que quiere abandonar la paz de su destierro
y unirse a la batalla.

Qué fácil

Qué fácil debe ser pedirle al mundo
que acabe con el hambre y la miseria,
creyendo que amanece la materia
trocada en suelo fértil y fecundo.

Qué fácil ver que un pueblo moribundo
se aferre como al cuerpo la bacteria
y en el sendero amargo de la histeria
se aleje de su tierra el vagabundo.

Qué fácil debe ser para el cobarde
correr y atravesar la cruz de hierro,
mientras un hombre muere su destierro.

Qué fácil debe ser que se haga tarde
y al paso del exilio que alguien guarde
la voz de libertad para su entierro.

Al llamado de la paz

Cuando no haya quien se asombre
de lo que el tiempo y el hombre
han ido dejando atrás,
cuando la sangre y la guerra
pongan de luto a la tierra
y estén ultrajando al mar.

Se oirá la voz de un poeta
espectador y profeta,
que en el nombre de la paz
nos hablará de un futuro
contaminado y oscuro
que aún se puede evitar.

De la tierra en sus entrañas,
entre el cielo y las montañas,
lo escucharemos gritar:

"¡Mundo caótico y tonto,
que teje aprisa un enjambre
de racismo, guerra y hambre,
para extinguirse muy pronto!.

"¡Mundo necio y ambicioso
de colonia y de conquista,
que nunca estira la vista
a un futuro quejumbroso!.

"¡Mundo de una misma luna,
dividido por fronteras,
juntemos nuestras banderas
y hagamos de todas una!".

Y cuando aquel vagabundo
recorra entero este mundo
sin encontrar su lugar,
se quedará sin poeta
nuestro estúpido planeta
que no lo quiso escuchar.

Y verá morir despacio
al mundo desde el espacio
como un cometa fugaz
que intentó evitar la guerra
y el odio de nuestra tierra,
en el nombre de la paz.

Confundido

El soñador taciturno
del pensamiento nocturno
recurre a la soledad
y es aquel que llevo dentro
pero que a veces no encuentro
porque vuelve a la verdad.

Me hago preguntas confusas
para que acudan las musas,
pero en vez de aparecer
sólo me llama el recuerdo
y en el pasado me pierdo
como volviendo al ayer.

Romance del silencio

El silencio de la noche
me hace ver en el recuerdo
todo aquello que no tuve,
todo aquello que no tengo.

El silencio de la noche
y el pensar en otro tiempo
me hacen ver mi realidad,
realidad que vivo y muero.

Pero a veces me pregunto
si la vida no es un sueño,
que si no estamos soñando
y al morir despertaremos.

Porque yo como cualquiera
sé que aquí nada es eterno,
que lo tenido es prestado
y en la muerte lo perdemos.

La noche me hace pensar
que la vida es un misterio
y es que cuanto más pregunto
muchas más preguntas tengo.

Colofón

Estos "poemas" están por cumplir dos décadas, y ahora que los releo, más que poemas, me parecen ejercicios de métrica y rima, pero creo que el resultado es bueno y por eso lo publico. Lo mejor que he escrito en mi vida, tratándose de métrica y rima, surgió hace poquito, en estos pinches días, gachos, gachos y culeros, de profunda y destructiva y, además, mala onda, depresión etílica. ¡Mhh! ¿Qué? ¡Ah! ¡Claro, claro! Dice así:

Los mosquitos y yo tenemos un trato:
si ellos no me molestan, yo no los mato.

¿Qué? ¿No te gustó? ¿No está chido? ¡Chin!

[] Iván Rincón 1:01 AM

Febrero 13 de 2005

I

Camino del crepúsculo al amanecer por un dédalo de calles desoladas bajo balcones y ventanas de vetustos edificios con paredes húmedas y agrietadas, de pintura escarapelada, puertas de madera carcomida y porosa, pérgolas y gárgolas, entre perros famélicos, patéticos, apáticos, unidos por el miedo a la muerte de todos los días, el frío de la intemperie y el vacío de la existencia, ratas muertas a patadas en la banqueta y gatos huraños con ojos que brillan en la oscuridad de los rincones y resquicios como luciérnagas urbanas, seres nocturnos, atrapados por la monotonía de las horas en un tiempo de sombras que perdieron su origen (entre otras cosas) y ahora deambulan como yo, como tímidos fantasmas a la deriva, como pálidos sonámbulos al garete, como títeres de la noche, con hilos invisibles, intangibles, inasibles, etéreos, de amargura y depresión, adicción y dependencia, física y sicológica.

II

Quién fuera más bien el vampiro que nadie ha visto...

III

La ciudad no deja de existir. Si acaso oculta sus miasmas bajo las alcantarillas y sus soledades bajo las cobijas. Pero su corazón nunca deja de latir. Lo escucho todas las noches desde la soledad del insomnio en la intensidad del silencio, y en el sueño del monstruo arrullado por el rumor del viento, el monstruo que sueña con sirenas de mar cuando suenan a lo lejos las de los bomberos, la policía y los paramédicos.

IV

Al caer la noche sobre la ciudad y cubrirla con su manto de oscuridad, los vampiros despiertan y van en busca de sangre a las sórdidas mazmorras de los truhanes...

V

Esta historia... no continuará.

[] Iván Rincón 7:34 PM

Febrero 6 de 2005

Esta escena me parece familiar, pensé al ver de nuevo a Ofelia Medina, gritando al paso de los soldados en un puente. Pues sí, ya tiene práctica, le sale fácil y bien, me dije. Pero en Voces inocentes grita otra cosa, creo, algo espontáneo, seguramente, algo fuera del guión, del libreto o del squetch, algo así como "asesinos, hijos de la chingada", pero en la vida real sí actuaba, asumía su papel de siempre, el de heroína, icono de la solidaridad burguesa con el martirologio popular, vedette convertido en símbolo y símbolo del vedetismo en medio de la guerra (baja intensidad, la verga... perdón, quise decir la capacidad de pensar la barbarie en medio de ella, o sea, cuando más lejos estamos de comprenderla... ¡chin!, perdón por la tautología o la perogrullada, al cabo la moda del blog está poniendo de moda este lenguaje, y he aquí un ejemplo: "Escribimos en privacidad para que nos lean en público").

Ocurrió a principios de 1998, después de la crisis de Chenalhó, cuando a la señora se le ocurrió ponerse a gritar en medio del caos (creo que sumaba su propio caos al del pueblo... y al mío, por supuesto). "Creo que tendríamos menos problemas, si esta señora se quedara en su casa", me dijo casi al oído una de las autoridades autónomas... Y se me hizo un nudo en la garganta cuando, en la película, matan a los niños que quisieron sumarse a la guerrilla (de un pinche tiro en la cabeza, carajo... ni siquiera en medio de los madrazos). Pero uno se traga toda la película con simpatía, y quizás por eso perdona las fallas actorales y el mensaje de Ofelia Medina: "No estoy actuando, estoy haciendo mi papel de siempre, el de la vida real, el que me ha dado más fama que la carrera actoral... ¡chingados!, que de eso se trata!".

La última vez que vi a Ofelia Medina, no fue en la vida real, sino en otra película: Hasta el anochecer, interesantísimo ejemplo de lo que puede hacer alguien con un ápice de valentía y honestidad (película en la que también reciben su limosna, para decirlo de una vez, otros actores mexicanos de telenovela "buena").

PD. Ni pedo; tampoco pude quedarme sin decirlo: "La materia no existe", y muestra de ello es la inmensa masa encefálica que recibió Alberto Chimal. El blog es un espejo de mediocres, y si alguien quiere que, además, voten por él... ¡chido, güey, mejor vota por mí... ¡no seas culero!

[] Iván Rincón 2:20 PM

Febrero 4 de 2005

Al despertar, Ariadne recordó que había llegado allí en brazos del ser más hermoso que hubiera visto nunca: una mujer fantasmal, que le impidió morir de frío y tristeza en la intemperie del cementerio, y desangrarse; una mujer que, a fuerza de sensuales y amorosos cuidados, curó las heridas que palpitaban en su cuerpo, no así las de su alma. Era de noche aún y Ariadne se encontraba sobre una cama de madera de nogal, bajo sábanas de bramante, dentro de una inmensa habitación de mobiliario antiguo, tenuemente alumbrada por el fuego agonizante del hogar y perfumada por el vaho de fragancias orientales. Las calurosas brazas de unos leños se hacían carbón en la chimenea, igual que las ramas del aromático incienso en el pebetero. La piel cortada un momento antes cicatrizaba con rapidez inexplicable, cubierta de vendas. En el buró izquierdo había una jarra llena de suero, que la paciente bebió con ansia. Y en cuanto se creyó recuperada quiso averiguar en dónde estaba; trató de explorar la morada, pero apenas dio unos pasos, sintió flaquear sus fuerzas; las rodillas se doblaron bajo el peso del cuerpo, que ni sus propios aposentos pudo atravesar.

Con la curiosidad frustrada, Ariadne volvió a su lecho de convalecencia y, como el reflejo del búho en el estremecimiento de un estanque de agua que vuelve paulatinamente a la calma, al quedarse dormida, una secuencia de imágenes difusas adquirió nitidez. Al principio, confundió este delirio con una repetición de la realidad, una versión corregida y aumentada, al verse recostada sobre una lápida, bajo el efecto narcótico del plenilunio, luego de cortar las venas de sus muñecas, cuando una mujer vampiro acudió al llamado de la sangre que manaba de sus venas abiertas. Y la sensación de vivir aquella experiencia le resultó profundamente placentera. La mujer, después de saciar sus primeros apetitos, la miró con un deseo voluptuoso a través de sus penetrantes ojos, y Ariadne sucumbió con pasividad saturnina a la embriagadora lascivia del instante, al macabro erotismo de su fantasía, y se dejó llevar, como si en el fondo supiera que nada de eso era real, que todo era un sueño. Y su boca buscó los rojos labios, y sus manos buscaron el cuerpo sin sombra, y sus grandes ojos pardos buscaron su reflejo en los afilados ojos grises... hasta que se encontró de nuevo en el vacío y despertó poco a poco, tanteando a ciegas las cobijas. Sus párpados se levantaron con dificultad y reconoció los primeros rayos de la luz del día.

La recámara tenía un baño propio, de donde provenía el sonido del agua que brotaba de un grifo abierto. Ariadne se levantó y caminó de puntillas hasta allí; se asomó con timidez y vio que una mucama adolescente arrojaba esencias, la infusión de plantas depurativas y pétalos de rosas en una bañera de peltre, mientras esperaba a que se inundara. "Buen día", le dijo Ariadne. La muchacha la miró y su cara se iluminó con una sonrisa; hizo girar las llaves del agua y le ofreció la tina del baño con un gracioso y gentil ademán; pasó a su lado expresando una cierta inocencia infantil y se fue de allí sin decir palabra y sin dar oportunidad de preguntar nada. La mucama encantó y atendió encantada a Ariadne todo el día, pero no pudo responder a ninguna de sus preguntas, porque era muda.

Ariadne conoció a su anfitriona en el crepúsculo. Su nombre era Darvulia, como el de la bruja, horrible y decrépita, que recomendó a la condesa Elizabeth Bathory bañarse con sangre fresca de campesinas vírgenes para mantenerse joven eternamente; pero el nombre nada tenía que ver con Transilvania, cuna de Vlad Tepes, Drácula, o de la propia Erzsébet. Darvulia era de origen griego, y de inmediato cautivó a Ariadne, que había sucumbido ya, como parte de un trance tétrico, al misterioso encanto de la pálida dama, pero quedó fascinada al conocerla realmente. Envuelta en velos de ceda que simulaban un vestido vaporoso, Darvulia tocaba el chelo en medio de una atmósfera de luces mortecinas y fuegos fatuos, rodeada de velas encendidas, entre palmatorias, candeleros y candelabros. Ariadne habló con ella en un aire romántico, de cálida intimidad, y no le sorprendió que supiera de su desdicha, que conociera el vacío insoportable de su gran soledad, ni que hubiera espiado sus sueños y se hubiera presentado en ellos, ni que fuera un súcubo, un ser inmortal, y además ejerciera poder sobre las gárgolas revinientes del castillo y los murciélagos.

Sin pensarlo, Ariadne asumía su propia muerte, como si la hubiera logrado finalmente y estuviera libre de penas, soledades y miserias. De por sí, nunca había sido fácil asombrarla ni sorprenderla; conocía el supuesto mito de los monjes ciegos y la historia de los vampiros trashumantes que, siglos atrás, invadieron las alcantarillas de la antigua ciudad y los sótanos de las iglesias coloniales; conocía también la vida nocturna del puerto, cuyas tabernas seguían siendo un semillero de leyendas, como la de Sarah, una mujer vampiro que aparentaba ser prostituta para seducir a los marineros y beber su sangre.

[] Iván Rincón 3:55 PM